Nota de intención
Luciano Berio escribió su Sinfonía para ocho voces y orquesta, fusión de fragmentos del libro
Lo crudo y lo cocido de Claude Lévi- Strauss y fragmentos de
El innombrable de Samuel Beckett, en 1968-69, años muy turbulentos en Estados Unidos y Francia, en la que el eslogan era «vivir sin límites y gozar sin trabas». Pero fueron también los años de la conocida como gripe de Hong Kong, pandemia que causó más de un millón de muertes en todo el mundo. El planeta estaba enfermo, pero siguió girando para no morir de ociosidad. Jugando con esas coordenadas bajo la inseguridad original de la tierra y de los cielos, érase una vez un virus llamado Covid-19 que contaba con un gran reino y muchos súbditos. Coronado rey por el pavor que provocaba su reputación, jugaba a la ruleta rusa con las vidas humanas al tiempo que expandía una sombra imponente sobre los valores supremos: las libertades, la vida social, el bienestar, la cultura y el amor.
Por el bien del mundo, todo contacto se consideraba sospechoso, desaconsejable, peligroso, denunciable y sancionable, inconveniente. Sembrando el terror y callando toda voz discordante, Covid-19 era un auténtico tirano.
En general, hasta las historias increíbles o los relatos malintencionados tienen un elemento de encantamiento dirigido a las personas más crédulas : don del cielo o tesoro escondido, del que hablamos apresuradamente porque todos, sin excepción, lo conocemos hasta el más mínimo detalle: en un tiempo en el que, más que nunca, la desgracia de uno es la felicidad de otro, bolsistas y adoradores del Becerro de oro tienen el poder. En cuanto al hada Vaccina, en el momento de gestación de Sinfonía carecía aún de poderes plenos y cualesquiera que fuesen sus poderes, por mor de un protocolo sanitario estricto, era obligación reducir las interacciones sociales. En definitiva, encerrarse a trabajar y no dejar entrar a nadie.
Por lo tanto, ningún rayo luminoso logra iluminar el ballet. Dicho esto, prohibidos los espectáculos durante muchos meses, incluso en el confinamiento trabajar fue un consuelo: «la ociosidad, unida al hastío, matan al alma y al cuerpo», afirmó J. M. Gerbaud, doctor en medicina y farmacéutico, reconocido en 1845 por la Sociedad Médica de Burdeos por su tratado sobre la influencia del sistema celular sobre la salud y la moral de los prisioneros. En el que añadía, además: «Los partidarios fanáticos de dicho sistema defienden que el confinamiento solitario es el más eficaz de los castigos, debido a las privaciones que lo acompañan. […] Pero como hemos demostrado, el aislamiento continuo, a largo plazo, es una situación anormal que arrebata, progresivamente, los sentimientos elevados y todos los atributos de la nobleza del carácter humano».
Creada en las tinieblas e incertidumbres del segundo confinamiento de 2020, se puede considerar
Sinfonía una obra de circunstancias. Basada en una partitura de Luciano Berio considerada como uno de los monumentos de la música de los años 60 es, fundamentalmente, una pieza sobre fronteras, barreras y límites. Pero, como se suele decir, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Thierry Malandain, enero de 2021